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EL ESCALENO (crónicas)

Calle luna, calle sol.

Calle luna, calle sol. "Mire señora, agarre bien su cartera, no conoce este barrio, aquí asaltan a cualquiera". Era una mañana de febrero, el sol tenía un brillo intenso y las sombras se notaban más que nunca. Mis amigos y yo decidimos ir a caminar por el Callao, nuestra partida fue desde el aeropuerto Jorge Chávez, yo vestía un pantalón negro de tela, zapatillas de fulbito y polo a medio desteñir -especial para la ocasión- y mientras nos introducíamos a territorio chalaco, en cada paso que dábamos, aquella canción de Héctor Pérez Martínez (Lavoe), sonaba fuertemente con señal de advertencia.

El reloj marcaba las 9:13 a.m. cuando nos embarcamos en la combi "lorito" la cual nos llevó hasta su último paradero, la Punta. Se dice que lo más hermoso se encuentra escondido al fondo de uno mismo, en el Callao sucedía igual pues la Punta se ubicaba a la cola de esta provincia y su agradable paisaje le daba vida al inmenso mar que lo protegía en sus alrededores.

Fue así que a paso ligero emprendimos la caminata. Ángela, mi amiga oriunda de Cajamarca, decía que tenía 2 tías, una vivía por José Gálvez y la otra en Santa Marina y si podíamos la acompañemos a visitarla.

José, Luis, Manuel, Roxana y yo, no descartamos dicha oferta. Mientras nos dirigíamos al mar, cerca a la avenida Fernandini las caras bonitas ya se hacían notar. Ya en las orillas pedrosas de una armoniosa playa Grau algunos cuerpos bronceados semidesnudos le daban color a la zona y los heladeros hacían su negocio frente a las embarcaciones ancladas en el fortín de la marina.

Cabellos mojados de tanto calor y algunos sujetos paseando sin polo nos dieron la bienvenida por la desierta calle Estados Unidos y posteriormente las grandes masas se hicieron presentes al llegar al mercado central del Callao.

Al recorrer Sáenz Peña la situación ya era otra, había más gente y no todos tenían buenas intenciones, lo bueno era que nosotros éramos un grupo y que nadie que estuviera sólo podía pasarse de vivo.

El paseo parecía no tener fin. A paso ligero, un poste nos decía que nos encontrábamos en la calle Julio Cesar Tello, era casi la una de la tarde y nuestras tripas ya parecían una orquesta.

Tres adelante y dos atrás por si pasaba algún "pescador" lo que en el Callao se conoce como rateros de barrio -ahí nada más son bravos- porque dicen cazar "pescados" o "lornas".

Para entonces, nuestros bolsillos nos alarmaron que podíamos comprar una gaseosa aparte del pasaje de los 5 y el inmenso calor que nos cegaba la mente, nos dirigía en busca de algo que colmase nuestras carencias, un lugar el cual jamás olvidaré.

Ya estando cerca de Gambeta, Ángela giró hacía la izquierda y lo único que pudimos ver fue una pista ancha y semi vacía, creo que sólo 7 personas llenaban aquel lugar donde el mar se notaba a lo lejos.

Cables que parecían telarañas y casas hechas de adobe con techos de triplay o paja debajo de ladrillos y grupos en cada esquina como guardianes de cada una de las cuadras daban lustre a la avenida José Gálvez.

Muchos lo pensamos antes de entrar ahí, ya antes yo había pasado con el carro por esos lugares y ahora estaba dando pasos temerosos, preguntándole a Ángela, al igual que mis amigos, donde diablos vivía su tía.

"Ya falta poco", nos dijo en cuatro ocasiones mientras nuestros ojos percibían un enorme terreno baldío en forma circular en donde sólo había una loza de fulbito y estaba resguardada por una comisaría fantasma.

Había niños sin polo y sin zapatillas jugando ahí, y en uno de los 3 pasajes, que quién sabe a dónde llevarán, tres tipos con una banderola rosada que decía "Para nuestra reina Shirley con cariño" -refiriéndose a Shirley Cherres, la entonces porrista- esperaban a sus compañeros para ir al Miguel Grau a ver jugar al Sport Boys.

Antes de dirigirnos a la boca del lobo, dos del grupo desistieron. Roxana y José pidieron los celulares de cada uno y luego de diez minutos de tensión esperando la 45 "C" retornaron al Barrio.

Para Manuel y para mí era una experiencia nueva, adrenalina pura que no podíamos dejar pasar, suceda lo que suceda. Un regaee a todo volumen y un poco más atrás dos grupos de sujetos únicamente con short y tirados bajo la sobra de un árbol. Tres integrantes de Edelnor y alguien que por allí grito ¿Y estos extranjeros?.

Sólo atinamos a sonreír y luego mirar el piso mientras nuestra escolta, Ángela, nos recordaba que había vivido en aquel lugar durante dos años. Ella se amarraba una pañoleta en su cabello ondulado y al frente de nosotros figuras de diferentes cantantes aparecían.

Héctor Lavoe, Celia Cruz, Frankie Ruiz, entre otros, se encontraban dibujados en una larga pared blanca adelante de aquel pozo inmenso donde vive gente y que una vez lo vi en un reportaje.

Los tatuajes de los aldeaños de los "Barracones" eran similares a cicatrices. No obstante cuando la fémina dio señales de anclar en una casa verde ubicada en la misma esquina del jirón que no recuerdo el nombre, apreciamos al fondo del lado derecho, varias esquinas y en cada una, pandillas de viejos morenos asaltantes a la espera de alguien que se haya mudado recién o que no sea de la zona y a la izquierda se escuchaba el rugir de "Mar brava", el temido sector Canadá.

Un poco más y nos dejan afuera. Si no es porque le pedí a Ángela que su tía nos preste su baño nos íbamos a convertir en carroña servida en bandeja de oro. Fueron 15 minutos exactos que duro nuestra travesía en los suburbios chalacos de donde, al final, me traje un buen recuerdo. La experiencia vivida produjo sentimientos encontrados y a pesar de que los 3 regresamos sin dinero y Manuel sin zapatos al barrio, le taxi nos llevó a casa con la promesa de pagarle allá, para entonces el hambre ya había desaparecido.

3 comentarios

Ricardo -

Vivo en Mèxico hace 15 años, vivi en el callao unos años y de verdad que los barraconoes te hace enchinar la piel, los chaveteados el mar como paisaje, las esquinas lugubres, todo eso es una experiencia inolvidable y terrorifica, parece que entras pero no saldras vivo, lo hice una ocasion pero no pude avanzar mucho, mi adrenalina era mucha pero solo ibamos dos y no eramos de la zona, el primer negro cortado de la cara fue la razon de nuestro retroceso al callao.
una chaveta pegada en el estomago es pensar que pasara con tu vida si a este tipo no le interesa su vida que le interesara la tuya. suerte amigo y gracias por recordarme los barrios bravos que ahora tengo en memoria

cesar -

valla si quem gsuto la istoria peoro savem me gsuto sa aventura y esa curiosidad les dire que ibises exo lo mismo sim importame nada vamos xicos la vida es un riesgo y pa lante hector lavoeeee

Sandro -

Quién t manda a caminar por esos lares, pues...Mejor lánzate del puente Villena, donde sentirás pura adrenalina. Eso sí, cobran algunos dólares por ese "deporte" extremo...